Apenas unas horas después de recibir el Toisón de Oro y cuando éste todavía estaba caliente en su solapa, Sarkozy nos puso de ejemplo. Primero, de coordinación admirable pero luego, de situación socioeconómica lamentable.
Lo verdaderamente ejemplar en España, a su juicio, era la colaboración entre un gobierno socialista y un futuro gobierno conservador para modificar la Constitución y fijar el límite de deuda. Lo penoso, en cambio, era la pésima situación por la que pasa nuestro país, con un paro desbocado y una perspectiva -por lo que dice la Lagarde- muy negra en los próximos años.
Esto fue lo que más dolió a algunos, cuando Sarkozy preguntó el voz alta si querían que Francia estuviera como España. Es verdad que también nombró a Portugal y a Italia pero el “mal de muchos” no nos consuela ni queriendo ir de tontos.
En el fondo estaba enmendando la plana a la oposición que tanto se queja de las medidas tomadas por su Ejecutivo. Por eso a mí no me llamó la atención la frase que hiere el orgullo patrio como otra posterior y más significativa.
Dijo el presidente francés: “Prefiero haber tenido que hacer frente al mal humor de los franceses en lugar de a su ira”. Me resultó curiosa esa forma de asumir las consecuencias de su política pero sobre todo esa diferencia de conceptos y matices entre el “mal humor” y la “ira”.
Lo primero es algo con lo que tendrán que vivir todos los dirigentes que se vean arrastrados por la crisis, ésta o cualquier otra. A diferencia de lo que veíamos en el primer Zapatero, Rajoy va a hacer de malo. ZP era el genio de la lámpara. Rajoy, el administrador tacaño.
Lo segundo es muy interesante porque el mal humor procede de la incomodidad de pagar más por la gasolina pero la ira es por no llegar a fin de mes. Y lo malo es pensar si en Valencia estamos ya en esa fase. Sobre todo, porque hemos llegado demasiado pronto para todo lo que anuncian por venir.