Muchos antes que nosotros tomaron como tarea propia la reivindicación del protagonismo ciudadano frente al poder. En distintos lugares y circunstancias pero también –y es lo que nos interesa- en la sociedad valenciana. Es lo que recuerda el manifiesto firmado por un grupo de intelectuales, empresarios y profesionales valencianos que se acaba de dar a conocer. Una idea que también se escuchó durante la presentación del Almanaque de LAS PROVINCIAS que tuvo lugar la semana pasada en Valencia.
Esa es la razón por la que no solo no me sorprende sino que me alegra, aunque eche de menos la presencia de alguna mujer entre los firmantes. ¿No hay ninguna? Por mi parte me sumo para que la haya y para exigir una mayor presencia de la sociedad civil frente al engranaje de partidos y el peso de la Administración.
En Valencia sabemos lo que es organizarse, compartiendo un mismo entorno como los vecinos en los barrios o una causa por la que luchar, como los “salvem”.
El problema surge cuando esos grupos se politizan y trasladan al ámbito civil las batallas que tienen lugar en la esfera política. Ese fenómeno, que no menciona el manifiesto, también ha contribuido a minimizar la reacción cívica en Valencia. A menudo se ha confundido con posicionamientos políticos que anulan su universalidad y pueden dar la impresión de estar al servicio de otros intereses y no, como debe ser, del interés común.
Aquí, defender una causa implica llevar una etiqueta. No hay más que ver lo sucedido en El Cabanyal con posiciones enfrentadas catalogadas inmediatamente por su proximidad política.
El etiquetaje tiene, además, un efecto perverso que es la descalificación del otro no en razón de lo que pide sino en razón del apoyo que recibe.
Si ese proceder no se supera, va a ser muy difícil que el movimiento impulsado por ese manifiesto y por otras voces como la de este diario, tan necesario, no se frene por la inercia.