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María José Pou

iPou 3.0

El suero de la verdad

Yo sé que nunca seré sicario. Y no es por no dar el perfil de chula malencarada. No hay más que verme cuando alguien osa despertarme de la siesta en fin de semana. En esos momentos, los detenidos por matar al primer ministro serbio que acaban de pillar en Valencia, parecerían, a mi lado, párvulos vestidos de angelitos en la fiesta de Navidad del cole.

O sea, cualidades no faltan para hacer algún encarguito, pero no por dinero sino por sentido de la justicia. Que se lo digan, si no, a quien ha intentado ignorar un paso de cebra estando yo en la acera. Me tiro de cabeza para cruzar, sobre todo, en las zonas 30, como Russafa. Tanto es así que mis amigos temen por mi integridad pero yo lo hago por el rigor en el cumplimiento de las normas de tráfico. Si deben parar, que paren. Y si no, que se me lleven por delante. ¡Y ya arreglaremos cuentas en la otra vida! De hecho cuando mis amigos me alertan del peligro siempre les digo que, al menos, indemnizarán a mis deudos. O sea, a Whisky.

El caso es que mi carrera de sicario, aún sin comenzar, se ha visto desinflada nada más conocer que los “tigres de Arkan”, que así llaman a los tipos que presuntamente asesinaron al presidente serbio, llevan varios días sin comer ni beber. Dice el ministro del Interior que es para evitar que les introduzcan el llamado “suero de la verdad” en los alimentos o en el agua, una sustancia que les obligaría a confesar. Para evitarlo, están en ayunas las criaturas.

Ahí es donde me falla el espíritu. A mí me inoculan el suero valenciano de la verdad que tiene color de horchata y sabor de horchata y fíjate tú, es auténtica horchata de chufa de Valencia y estoy vendida. Canto hasta la Traviata.

Así que he decidido no encaminar mis pasos por la senda de las mafias criminales. No sería creíble. ¡Si hasta dejo que las abuelitas se me cuelen en el mercado! Así, ¿cómo voy a matar y extorsionar? ¡Sería un desastre!

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violencia

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.