Entiendo que se quejen de la herencia recibida. Si no lo hacen ahora ¿cuándo lo harán? El PP solo puede amortizar ahora el lamento por la mala gestión socialista porque en cuanto quiera darse cuenta ya será responsabilidad suya. Por eso no me extrañaron las voces que se alzaron en Sevilla contra el que llamó Aznar –con razón- “el peor gobierno de la democracia”. No fue el único; hubo otros clamando contra una pésima gestión cuyos restos debe ahora administrar el PP.
Sin embargo, escuchando a Rajoy o Mª Dolores de Cospedal no pude evitar cambiar mentalmente cada referencia a “España” por “la Comunidad Valenciana” y francamente me asusté. Cada “quejío” por el fracaso de una política de despilfarro; por un déficit enmascarado o por una crisis que perjudica a los más débiles, me dolía en el alma.
No me extraña, después de eso, que algunos se marcharan airados del plenario, dándose por aludidos, o que otros no estuvieran ni en el recuerdo, superado el trance judicial. El verdadero lifting no se lo ha hecho Teresa Fernández de la Vega. El mejor quita-arrugas es el del Partido Popular.
No son los únicos que parecen borrar los malos recuerdos con el Photoshop grupal que aplican al pasado reciente.
Pienso también en las protestas contra la reforma laboral en Cataluña donde, que se sepa, no es el Partido Popular quien está cerrando quirófanos, recortando el sueldo de los empleados públicos o ahogándose en un déficit insoportable. Allí es CiU quien lo hace y el tripartito quien lo dejó en herencia. Sin embargo, las manifestaciones se convocan contra el gobierno central.
Afortunadamente está el PP en el poder. De otro modo, protestar sería incómodo; manifestarse, inoportuno y quejarse, antipatriota. Con Rajoy, los roles funcionan: la derecha es mala y la izquierda, impoluta. Lo malo es que eso solo consigue justificar que acabe mandando la derecha para sentirnos realizados en la oposición.