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María José Pou

iPou 3.0

Sin primavera en Valencia

En Valencia no hay ninguna “primavera” al estilo árabe. Y sé que decir lo contrario reporta más aplausos que decir lo que acabo de escribir pero sinceramente lo que hay es violencia.

Posiblemente la primera protesta de los estudiantes del Luis Vives y la honesta reivindicación de muchos es un intento por evidenciar las carencias de la educación en esta comunidad. No lo niego. Y me sumo. Ya he dicho aquí que me indigna ver a mis sobrinas llevándose el papel higiénico de casa porque en el colegio no hay. Es para alzar la voz y con contundencia.

Ahora bien, lo de ayer ya no es una protesta “a lo Tarhir”. Ni eso ni tirar contenedores, cortar el tráfico sin alternativas o poner en riesgo la seguridad de los ciudadanos por la calle. Ya está bien de discursos angelicales y llenos de demagogia.

En estos días hemos visto a violentos aprovechándose de los adolescentes seguramente bienintencionados. Y eso, si se trata de profesores, es lo peor que hay. Es una línea roja que no puede cruzar un educador. Utilizar a los estudiantes como ariete no tiene nada que ver con la educación. Al contrario.

En ese contexto, en una situación de caos violento en la ciudad, lo que se espera de la policía no es que se ponga flores en el casco antidisturbios sino que evite males mayores. Y yo creo que la policía está en eso. Si no lo está, está de más.

Lo que no podemos ni debemos consentir es que se construya un discurso maniqueo. Ni la policía por definición es malvada ni los manifestantes son por principio pacíficos. O al revés.

Cuando entre los heridos hay más policías que manifestantes, es difícil hablar de policía salvaje. Al menos, no puede hacerse sin mostrar una contradicción evidente. Lo que había delante no parece que fuera un grupo de niños reclamando pacíficamente lapiceros.

Si la policía en Valencia se extralimita, debe investigarse pero si el discurso de la izquierda manipula, debe decirse.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.