Hasta que no leí el comunicado de la izquierda abertzale, creí que podía ser un ejercicio de autocrítica. Pero no. Solo es un texto hipócrita y manipulador.
Lo es cuando adjetiva la justicia (“justicia transicional”, dice) o la verdad (suma de verdades, reclama). Lo que parece autocrítica es, en realidad, un reproche al otro.
Si piden el reconocimiento del dolor de las víctimas, no lo hacen desde la conciencia de que hay víctimas y verdugos sino dando por hecho que hay víctimas en ambas partes del “conflicto”.
Si hablan de acciones que han causado exilio o daño físico y psicológico, no lo hacen desde la convicción de que unos han sido perseguidos por sus crímenes y otros, por pensar distinto al asesino. Todavía no distinguen el uso de la pistola de la apelación a la ley, de modo que no hay forma de aceptar el comunicado como otra cosa distinta a un nuevo modo de presionar al gobierno.
Hay varias cosas en él que producen escalofríos: desde la cita de un proverbio zulú (“la verdad es amarga, pero necesaria”) cuando ellos están dando muestras de no querer ver la realidad; hasta la diferenciación de distintas “violencias”, incluida, por supuesto, la que ejercen los estados español y francés. A eso se añade la advertencia de que no se pueden equiparar dolores (“sin querer proceder a ninguna clasificación del dolor y el sufrimiento, ni a ninguna equiparación entre los mismos”), pero no hacen esas matizaciones para aclarar que una cosa es la víctima de ETA y otra, su asesino, sino al contrario: para que las víctimas no se sientan por encima de los pistoleros.
La medida del cinismo en el comunicado es la referencia a la intencionalidad. Dicen lamentar “el daño que de manera no deseada haya podido añadir con su posición política”. Es mentira. ¿Acaso no había intención de dañar cuando se indicaba a ETA un “objetivo” o cuando se decía, de quien estaba siendo enterrado, “algo habrá hecho”?