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María José Pou

iPou 3.0

Bullying en la oficina

Sé que no es comparable pero a veces creo que en el trabajo también se da una cierta violencia doméstica. Digo “doméstica” y no “de género” porque no es una pretendida superioridad sobre el otro sexo la que subyace a la agresión.

Tampoco la veo como acoso laboral porque éste implica refugiarse en la autoridad sobre el débil. Yo me refiero a la violencia ejercida de igual a igual. En una palabra, la del compañero. Como el bullying de los niños en el recreo pero en una reunión, en la máquina de café o en el trato con el cliente.

Hay quienes ejercen la misma intimidación, presión sicológica o humillación que soportan las víctimas de violencia doméstica, sean parejas o padres a manos de sus hijos semidelincuentes. Así, se ven obligados a convivir con quien les insulta, menosprecia y veja constantemente. Si es un jefe, puede denunciarse, aunque todos conocemos el poco éxito de cualquier proceso de ese tipo.

Pero si es el compañero de al lado que tanto parece apreciarnos a la vista de todos aunque se dedique a clavarnos puñales por detrás ¿qué hacemos? ¿ejercemos de acusica ante un superior? ¿mantenemos la guerra soterrada aunque nos perjudique profesionalmente?

Ese bullying de patio de colegio en el trabajo no es tan infrecuente. Ocurre como con el acoso escolar. Todos hemos sido testigos, cuando no protagonistas, de comportamientos malévolos con un niño del cole pero una cosa son las trifulcas entre chiquillos y otra, muy distinta, la crueldad hacia un semejante.

En el trabajo ocurre eso. Está la diferencia de criterios, la disparidad subida de tono y hasta la enemistad manifiesta entre dos compañeros pero cuando eso repercute en la salud y equilibrio emocional de un trabajador, debe cortarse de raíz.

Sin embargo, si difícil es demostrar el acoso de un jefe, cuando viene de un compañero es impensable que se tome en serio. O mucho han de cambiar las cosas para que así se haga.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.