Ya sé que Cotino intenta evitar más “camisetas y circo” en Les Corts pero que tan alta institución dedique sus energías a debatir sobre el decoro textil resulta, cuanto menos, asombroso. De hecho, dan ganas de aplicarle la frase de moda y parafrasear al ministro: “discutir sobre camisetas es como pegarse un tiro en el pie”.
Entiendo las razones del presidente de Les Corts, pero cuanta más importancia le otorgue, más argumentos dará a quienes las usan y más cachondeo provocará en quienes queremos que nuestros representantes dediquen su sueldo a lo que toca: el pago a proveedores, el fracaso escolar, los ayuntamientos en quiebra o las penurias de los agricultores.
Aparte de eso, que es lo prioritario, es un terreno muy resbaladizo, como sucede cuando se intenta regular lo que requiere más sentido común y menos reglamentos. Organizar y cuadricular el decoro es complicado. A mí no me molesta ver una camiseta que diga “no nos falta dinero, nos sobran chorizos”, sobre todo, porque es verdad. El problema es que algunos se den por aludidos, que se use la tribuna como estrado electoral o –y esto es lo realmente importante- que se sustituya el debate sereno propio del parlamento por el grito estridente y la foto curiosa.
Darse por aludido se da quien quiere. Yo no me daría si un alumno apareciera en clase con esa camiseta, porque no me he llevado nada a hurtadillas. También es verdad que si viene con otra que ponga “Adele no canta; da clases de periodismo”, ahí sí empezaría a mosquearme. Pero no me pondría borde y diría “márchese usted”. Al contrario, creo que le encargaría dos o tres para regalar.
Lo que quiero decir es que magnificar un detalle solo se puede interpretar como muestra de debilidad. Si sigue la escalada de tensión textil, hoy serán camisetas; mañana, pins y pasado mañana, tatoos. Cotino debería echarle humor. Y Oltra, optar por la clásica: “Sonríe, Dios te ama”.