En la persecución del mal conductor hay dos medidas que buscan sacar de la carretera al imprudente antes de que provoque una desgracia. Estas son la multa y la retirada del carné. Ambas pretenden disuadir, primero; penalizar una conducta perjudicial, después, y prevenir la catástrofe, por último.
Con los malos universitarios debería trabajarse en esa doble línea y no solo en la penalización económica.
Lo que se ha planteado con la reforma es que el coste desanime al estudiante de partida de cartas en el bar y me parece bien si estamos subvencionando la partida.
Sin embargo, la subida generalizada de tasas perjudica también al que es capaz de compaginar el mojito del viernes por la noche con la biblioteca del sábado por la mañana.
La combinación de penalizaciones económicas y retirada de la “circulación” quizás resulte más honesto que solo el incremento de costes. Si lo dejamos solo en eso, la sensación es, como en las multas, de puro afán recaudatorio. En cambio, si al estudiante que reiteradamente muestra poca dedicación al estudio, se le advirtiera con la “retirada del carné”, quizás se estaría jugando más limpio con él. Te pagamos el primer curso pero si no te esfuerzas, seguir es cosa tuya.
Sin embargo, creo que debería darse un enfoque positivo. Me refiero a incentivar al buen estudiante y no tanto penalizar al malo. Hablo de becas, por supuesto, como reclaman la consellera de Educación y los rectores.
Eso significaría incrementar las ayudas cuanto más suba el rendimiento. Y lo más importante: promover el micromecenazgo, es decir, el crowfunding universitario. El crowfunding se utiliza ya para financiar proyectos culturales o sociales de interés como películas o iniciativas solidarias, ¿por qué no financiar un proyecto vital como es la formación de un futuro o una futura profesional?
Eso sí, el rendimiento de la inversión realizada es intangible. Pero merece la pena.