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María José Pou

iPou 3.0

Capillas en hospitales

Yo entiendo a los ateos. Entiendo que no quieran subvencionar actividades relacionadas con la fe en la que ellos no creen. Entiendo que les moleste la presencia de símbolos o lugares que les recuerdan algo inútil para su forma de vivir. Sin embargo, esos espacios, en según qué circunstancias y según qué momentos, son más que útiles.

Lo digo sobre todo por la propuesta de eliminar las capillas en los hospitales públicos. No es la primera vez que se habla de ello ni el único sitio en el que se sopesa su supresión. También se ha invitado a ello en universidades o aeropuertos.

Sin embargo, en un hospital tiene una función muy delicada que, lógicamente, el no creyente no verá ni compartirá pero que para muchos otros es importante. Y me atrevería a decir que, a veces, incluso es un espacio de paz para un no creyente.

Quienes tenemos experiencia de enfermedad y muerte en un hospital público, sabemos que ese rincón en ocasiones es el único al que aferrarse cuando unos metros más allá se nos escapa la vida o la salud de un ser querido sin que podamos hacer nada más que sentarnos allí y rezar. Ya sé que para el no creyente se trata de un comportamiento atávico y supersticioso pero cuando uno se enfrenta a la muerte y la pérdida, algo dentro nos exige luchar aunque sea contra todo lo razonable.

Por eso y porque he visto a enfermos llevar mejor su dolor gracias a esos espacios, a una celebración religiosa o simplemente al silencio de un lugar retirado donde no hay goteros ni morfina, no me parece un dispendio inútil en un hospital público.

Dicen quienes lo proponen que esa sala podría dedicarse a tareas asistenciales. Y es cierto. Pero en un hospital también es asistencia al enfermo permitirle un lugar donde encontrarse con lo más profundo, le llame dios, energía universal o él mismo. La asistencia espiritual ante la enfermedad y la muerte no es un lujo absurdo; es una necesidad vital.

Foto: Arzobispado de Valencia

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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