Burbujas de colores
Yo también juego al Bubble Shooter. Se lo digo al hijo de Fátima Báñez, criatura, para que se sienta mejor. En este país, tan de “gafapastas”, parece que todos vemos los documentales del National Geographic, leemos a Krugman en inglés y somos capaces de predecir la prima de riesgo que hoy, por cierto, debe de estar como hidra clásica. Pero al final, cuando pillamos cola en el Centro de Salud, de lo que echamos mano es del Bubble o del Sonic Racing.
Pues sí, chaval, que no eres el único que juega; algo mucho más pacífico que reventar cabezas ajenas en campus norteamericanos, por cierto. Ahora, ya quisiera llegar yo a tus 5390 puntos, campeón.
¿Que cómo lo sé? Pues porque el chico lo hizo público ayer a través del Twitter de su ministra madre. Una travesura, lo llamaron desde el gabinete de la ministra. Y yo lo creo. El típico rato tonto en el que el niño coge el móvil de mamá para jugar. Con tan mala pata que hizo presumir a mamá, sin ella saberlo, de un récord histórico en el ranking ministerial del Bubble Shooter.
A partir de entonces faltó tiempo para que se lanzara el país entero sobre ella y contra la desvergüenza de unos ministros que juegan mientras España vive horas amargas. Otros cazan elefantes y no parece tan grave. Pero es que aquí, cuando nos ponemos exquisitos, no hay quien nos supere.
Y a mí lo que de verdad me preocupa es el niño, que debe de estar castigado hasta la próxima Eurocopa, por lo menos. Total por reventar unas burbujas de colores, ni inmobiliarias ni bancarias, que son cosas de mamá y sus amigos, que bastante nos han fastidiado hasta la fecha y lo que te rondaré.
Así que desde ayer me solidarizo con el hijo castigado de Báñez. No sea dura señora ministra, que yo tengo unas ganas terribles de echar una partida al Bubble Shooter con su niño; otra, de Apalabrados, con De Guindos y sus eufemismos y cómo no, una de Angry Birds, con Rajoy. Otro campeón.