“Ya sabes dónde está la puerta”. La frase tiene, al menos, dos tonos posibles. Uno, amable, usado por la abuelita que no quiere levantarse para despedir a la nieta por su dichoso reuma. Con eso solo le está diciendo que siente no cumplir el protocolo de acompañarla pero que, siendo de confianza, no lo tendrá en cuenta y podrá llegar sola hasta la puerta.

Otro, enfurecido, se utiliza cuando se enfada un cuñado con otro y termina por decirle -sin decir- que se vaya de su casa tras una tormentosa comida familiar. Con ello le muestra cuál ha de ser su actuación a tenor de los hechos acaecidos y le invita a cumplirlo ipso facto.

A eso me sonó la respuesta de Alberto Fabra sobre la posible salida, ya confirmada, de la portavocía del PP por parte de Rafael Blasco. “Ya sabe cuál es el camino que desde el PP se está tomando”. En efecto, Fabra lo está dejando bastante claro desde que llegó y, por si alguien tenía dudas, lo está verbalizando una y otra vez.

Era como decirle a Blasco “ya sabes dónde está la puerta”. Y no parece que haya empleado el tono cariñoso de la abuelita, precisamente.

Es una prudente decisión, sin duda. Tener en casa el problema es dar carnaza al enemigo y crearse, así, un punto débil por el que siempre pueden doblegar a uno. Desde el punto de vista político, supongo que ha calculado bien el beneficio externo frente a la oposición interna que la decisión pueda generar. Si es que genera.

Como estrategia también diría que es impecable si no fuera porque hay algo que chirría: la diferencia entre un Vivancos y un Blasco cuando al primero se le destituye de forma fulminante por una frase y al segundo se le indica el camino por una imputación judicial.

Es cierto que sus respectivas trayectorias en el partido no son comparables pero parece que un exceso verbal tiene peores consecuencias que una actuación legalmente cuestionable o que al menos resulta sospechosa para la Justicia.

Enviado desde Haití.