Como vacas. Los políticos sinvergüenzas ordeñan los recursos públicos como vacas. Hasta la última gota de leche. Cuando los pienso, los imagino amorrados a las ubres de una pobre y enclenque vaquita-que-ríe-por-no-llorar. Y el ternero, para el que brota la leche de la madre, esperando su turno sin probar bocado. Esos somos nosotros, los ciudadanos.
Así nos veo con las Cajas de Ahorros o con las televisiones públicas. Ha habido recursos. Pero ahora, no hay para mantener puestos de trabajo que son riqueza, dignidad y futuro.
Han usado las Cajas a su antojo y, tras arruinarlas, recortan, fusionan y despiden. Han abusado de las televisiones municipales y autonómicas, la mayoría de ellas innecesarias por ser tenidas, por el político, como el mejor órgano de propaganda a su servicio. Pero una vez creadas, hinchadas y arruinadas, las adelgazan de forma traumática y nuevamente son los trabajadores quienes más sufren.
No seré yo quien defienda tanta televisión pública que termina siendo un agujero negro en cualquier administración pero, si se tiene, se controla el gasto, se diseña una plantilla razonable y se vigila que los recursos públicos tengan un destino adecuado.
En Canal 9 no ha fallado la profesionalidad de los periodistas, cámaras o realizadores. No ha fallado su trabajo ni su esfuerzo. Lo habrán hecho mejor o peor pero eso no ha llevado a la ruina a la televisión pública valenciana.
Lo que ha sido un fiasco ha sido su gestión, su diseño, su hinchazón aletoria y sus manejos políticos. Eso le ha llevado a una elefantiasis imposible de mantener y de costear en tiempos de crisis.
Si la radiotelevisión pública valenciana puede funcionar con calidad solo con 400 trabajadores –cosa que dudo- ¿por qué cuadruplicaron su número? ¿Por qué siguieron haciéndolo cuando todo indicaba, hace ya años, que su balance era de pérdidas, pérdidas y más pérdidas? ¿Por qué nadie responde por eso?