Yo creía que los bancos de libros se llamaban bibliotecas. Allí es donde, teniendo “cuenta” (carnet), uno recibe libros en préstamo para obtener ganancias intelectuales. Es más, en ese contexto, las preferentes no abocan al desastre, al contrario, hacen ganar y no perder. Con los libros, siempre se gana, sobre todo, cuando alguien invierte en ellos todos sus ahorros.
Entiendo que una cosa es llevarse una novela o un ensayo de la biblioteca municipal y otra, un libro de ejercicios de 1º de la ESO. Es la diferencia, tal vez, entre las bibliotecas y lo que llaman “bancos de libros” para paliar las dificultades de algunas familias ante el coste del material escolar. En los bancos de libros uno entrega los del curso pasado y puede sacar los del presente. Es una iniciativa cuyas excelencias canta ahora la Generalitat, aunque las AMPAS de algunos centros ya las organizaran.
Cualquier idea en ese sentido resulta necesaria, en especial, cuando está a punto de subir el IVA. Sin embargo, no es la única forma de resolverlo estando inmersos en un mundo altamente tecnológico. Un paseo por la Red muestra la cantidad de materiales, ejercicios, explicaciones o prácticas que los mismos profesores vuelcan a diario para sus alumnos o para otros colegas. A veces son productos magníficos que están al alcance de cualquiera de forma libre y gratuita. Detrás de ellos hay horas y horas de trabajo voluntario del profesor, fines de semana, vacaciones, horas de sueño y mucha vocación que lleva a mejorar continuamente la forma de llegar al estudiante.
La posibilidad de tener en Internet todo el material de clase es la redefinición del sector editorial. Algunos dirán que con ello se elimina una cuota de mercado esencial para las editoriales y para las librerías. Es cierto. Ambas dependen en gran medida de las familias y los libros de texto por eso no hablo de supresión sino de redefinición, esto es, repensar la forma de hacer y vender materiales para el colegio o el instituto.
Si los bancos de libros funcionan, la proporción de padres que comprarán libros nuevos descenderá y ello repercutirá en editoriales y librerías. Sobre eso no he visto que digan nada los responsables políticos. Supongo que lo habrán contemplado para no perjudicar a un sector ya bastante castigado. Se trata, pues, de buscar soluciones imaginativas como apoyar al profesorado que elabora material online, promocionarlo y ofrecerlo a un módico precio o de forma gratuita a cambio de otros incentivos. La crisis para las familias es terrible pero no lo es menos para el dueño de una editorial modesta o una librería pequeña.