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María José Pou

iPou 3.0

Tomatina en Pedralbes

En Valencia conocemos bien lo que es exponerse al impacto del tomate. Y, más, en un día como hoy en el que Buñol hace un brindis al mundo de color rojo licopeno. Por eso resulta tan irónico que en vísperas de la tomatina hayamos conocido el traslado de los Duques de Palma de Washington a Barcelona. Ojalá me equivoque pero lo primero que pensé al conocer la noticia fue en el tomatito reventón. En el riesgo de tomatina en Pedralbes.

Allí no saben lo que es. O si lo saben, es por lo que han visto en televisión. Aquí sabemos que el tomate duele y escuece pero deja la piel suave. Solo hay que saber disfrutar del momento, del calor de la Hoya de Buñol, de la ira incruenta del vecino con puntería, y del ácido limpiando poros, cicatrices y acné

. Hay que saber aguantar el tirón y estar muy seguro de que se quiere vivir esa experiencia, que pasará y llegará el agua purificadora que podrá con todo excepto con la camiseta elegida. Ésa irá directamente a la basura. Por eso una servidora se quedó en el balcón del Ayuntamiento un año que fue invitada a presenciar la fiesta. Yo, los peelings los prefiero controlados y con productos suaves y delicados.

No sé cómo los prefiere Urdangarín pero, tras verle salir huyendo de las cámaras al conocerse las primeras noticias de su implicación en el caso Noos, se me hace difícil imaginarlo tranquilo por la Ciudad Condal mientras algún ciudadano le increpa. Él no es Camps ni me lo imagino aguantando o plantando cara como él a quien le llama ladrón tras una esquina.

Espero equivocarme porque no deja de ser desagradable, además de costoso. Es el efecto más extremo de la exposición pública a la que se somete una persona en sus circunstancias, lo que puede tener un efecto negativo y otro, positivo.

Para el ciudadano, la dinámica de increpación pública contra corruptos y aprovechados puede ser negativa en tanto en cuanto les haga más retraídos y asociales, dados a huir del contacto con la realidad por si ésta sale respondona. Puede, en cambio, ser positiva por su efecto disuasorio que no deja de ser un objetivo de las penas en el ámbito judicial. Si un político o un personaje conocido ve cómo al compañero de filas le tortura la ciudadanía por una actuación indecente, puede que evite hacer lo mismo con más fuerza que una multa, la cárcel o la defenestración política. Si así fuera, habríamos conseguido más los “indignados” con la exteriorización del enfado que los códigos de los partidos o el propio código penal. Estar expuesto a una “tomatina” diaria de insultos o de epítetos poco favorecedores puede ser más efectivo que cualquier otra cosa.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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