La subida del IVA me recuerda a la entrada en vigor del euro. Entonces, como ahora, la forma de captar clientes era asegurar que los precios no se verían alterados. No eran pocos los que anunciaban que sus productos o servicios no se iban a ver perjudicados por la novedad europea. No pasó mucho tiempo, sin embargo, hasta que comprobamos cómo un café o una barra de pan casi habían duplicado su precio. Hoy tengo la misma sensación.
Algunas tiendas presumen de no aplicar el IVA; otras, de haber bajado los precios antes para resistir el impacto del impuesto. Yo no me fío ni de unas ni de otras. Las que no lo hagan ahora, lo aplicarán en octubre. Y si no en noviembre. No nos vamos a librar. Lo entiendo: si los proveedores incrementan el precio, o se repercute o se reduce el margen, y esa reducción puede sostenerse un mes pero poco más.
Me duele por los pequeños empresarios o los autónomos que tienen un ultramarinos, pongamos por caso, y que no pueden competir con las grandes cadenas de alimentación o grandes superficies cuyos márgenes son más desahogados. Esta medida no solo perjudica al consumo, como venimos diciendo desde que conocimos la iniciativa, sino también al pequeño comercio, ya muy deteriorado en los últimos años. Es la puntilla para quienes han podido sobrevivir hasta la fecha.
Llevamos meses mirando al consumidor. Y lo vamos a seguir haciendo en los próximos días cuando hablemos del precio de las libretas para el colegio, de la ropa de otoño o de la gasolina. El IVA desanima a la gente para hacer grandes compras y nos hace tacaños en aquello que necesitamos a toda costa. Podemos dejar de comprarnos un coche, aunque resulte absurdo porque el IVA ya no volverá a bajar. Podemos postponer un gran gasto como ese o sustituirlo por una bicicleta pero no podemos dejar de comprar el pan o la leche. Y ahí es donde se ve dañado el ultramarinos porque el súper consigue un precio con el que no puede competir.
A eso se unirá el aprovechado que sube los precios ocultos tras el impuesto y que pone en jaque a todos los compañeros por un irrisorio beneficio inmediato. Gracias a gente como él, compradores como yo pensaremos que se abusa de la subida.
Sin embargo, no debemos quedarnos en el sacrificio del consumidor y olvidar el del pequeño vendedor a quien empieza a no compensarle seguir haciendo el esfuerzo. La única razón para seguir siendo emprendedor en este momento es que la alternativa es el paro. Por eso me parece tan meritorio aquel que tiene o monta un negocio en estas circunstancias y tan insultantes los “gordillos” de turno que demonizan a quienes crean empleo.