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María José Pou

iPou 3.0

La foto-choni

Si siempre nos hemos dejado deslumbrar por el objeto extraño, llegó el móvil y su facilidad para hacer fotos, y caímos rendidos a sus pies. Nos encanta tener una foto con el objeto de moda, sea el que sea. La cuestión es presumir de haber “estado allí”.

No es una tendencia nueva. El turismo fotográfico vive de eso: no de hacer una foto al monumento sino de hacérsela a uno mismo en el monumento. El objetivo no es tanto guardar el recuerdo de haberlo visto sino confirmar al mundo entero que uno lo vió. Hay quien, incluso, no parece disfrutar de la maravilla de un paisaje o de una construcción imponente, impelido, como está, a meterla junto a su narizota en el objetivo de la cámara o, simplemente, a guardarla con avaricia de coleccionista. Hay amantes de la fotografía y acaparadores de imágenes. Aquellos escogen. Éstos las quieren todas.

No es de extrañar, por tanto, que la difusión masiva del clic facilón, portátil y sin apenas coste que ofrecen los móviles de última generación, haya multiplicado la foto de botellines de cerveza, cafés, pies o farolas de la calle. Yo misma, desenfundo en cuanto veo una pintada que me gusta como la que el otro día decía “25-S. Nos cuecen y se enriquecen”. En mi Instagram la tengo.

Sin embargo, hay fotos que me hacen fruncir el ceño con cierto mohín de desprecio: las fotos-choni. Son aquellas que resultan innecesarias o de una vulgaridad espeluznante. En verano, los pies junto a la piscina; en invierno, el vaho del cristal del coche y en cualquier estación, la pose, morritos o perfil del interfecto en acto de vanidad insufrible. Junto a esas, absurdas de tan normales, están las del evento estúpido, sin sustancia, como retratarse con el eccehomo o con dos barcos varados como si fuera el Titanic del Saler. Es una imagen aburrida por universal. ¿Qué mérito hay en tenerla? Hubo un tiempo en que una imagen era única. Ahora eso es casi un milagro.

Temas

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.