Creo que voy a dejar de pagar mis impuestos pero no dejaré de utilizar los servicios públicos. Es como decir que dimito de contribuyente pero no de ciudadana. ¿Cómo? Es difícil, pues una cosa lleva a la otra. Si queremos participar plenamente de la ciudadanía debemos sostener las estructuras que la desarrollan. Lo contrario es incoherente, insolidario e imposible de plantear.
Lo que ocurre es que solo sigo la tendencia: Blasco dimite de portavoz pero no de diputado; Castedo dimite de diputada pero no de alcaldesa. ¿Y los ciudadanos? ¿Acaso tenemos opción de dimitir sin seguir en la pomada? No. Con suerte, si dejamos de colaborar en las arcas públicas, dimitiremos de un curriculum carente de antecedentes penales.
Entiendo que, como se dijo ayer, la imputación no es sinónimo de culpabilidad. En efecto. Solo de indicios fundados. Por eso parece lógico que quien no se sienta en falta, no se vea obligado a dejar su cargo. Sin embargo, el apartarse de una responsabilidad ante los ciudadanos parece un acto de prudencia. Tampoco dimitir es sinónimo de culpabilidad, habría que decirles a ambos. Solo es un detalle hacia quienes los han elegido. Yo no interpreto una dimisión como una admisión de culpas. Dimitir es renunciar a la tarea para la que ha sido uno elegido.
La acción política, en el fondo, es un acto de confianza. Suena a chiste pero es así. Confiamos en aquel a quien votamos. Pensamos en que actuará adecuadamente, que cumplirá sus promesas, que no se aprovechará de su puesto y que nos devolverá la ciudad o el país en mejores condiciones ya que lo depositamos en sus manos.
Lo que ocurre con los imputados es que esa confianza está en suspenso. No digo que se haya roto definitivamente pero está muy cerca. Por eso la dimisión es un ejercicio aconsejable. Si se suspende la confianza, debiera suspenderse la actividad vinculada a aquella. No es culpabilización. Solo es sospecha.