Luego dirán que no saben comunicar o que no han sabido hacer llegar sus propuestas. Es verdad que decir eso de “españolizar a los alumnos catalanes” es inoportuno, simplista y metepatas pero detrás de las críticas hay mucho más que un ministro poco cuidadoso en sus manifestaciones públicas.
Tal como lo explican, dan ganas de apartarse incluso entre quienes están de acuerdo con una revisión de la enseñanza en todo el territorio español, no solo por los contenidos de historia sino por unos niveles de fracaso que preocupan más que las lagunas sobre el XVIII.
Con algunos modos empleados desde el poder es difícil lograr que alguien se sienta orgulloso de pertenecer a la misma patria. No me refiero solo a los bocazas ministeriales sino también a los cantos locales de sirena. ¿Puede alguien sentir el “orgullo español” hoy en Cataluña? Tengo mis dudas.
Más allá de eso, lo que preocupa es cómo se censura al ministro Wert.
En las horas posteriores a su declaración le han tachado de franquista y nacional-católico, pero la etiqueta que más me ha llamado la atención es la de “preconstitucional”. El apelativo ha salido de la consellera de Educación de la Generalitat de Cataluña, Irene Rigau, quien denuncia una “involución muy clara y explícita” en España.
Me produce cierta perplejidad viniendo del discurso que viene: uno que se remonta a 1640 y a 1714. No sé si por entonces ya estaba vigente la constitución de 1978 pero algo me dice que no.
“Preconstitucional” es un término mágico con el que se dice que algo es franquista sin decirlo. Quienes llevan banderas republicanas acusan de “preconstitucional” a las del “pollo”, como si la suya lo fuera, y quienes añoran el siglo XVI acusan de involución a los demás. Involución, a mi modo de ver, es tener que pagar un “tres per cent” como derecho de pernada para poder trabajar o conocer solo el dialecto local en lugar de las lenguas francas.