Es curioso porque no me parece el mejor momento y, sin embargo, es probable que lo hayan hecho pensando en que lo es. Hablo de la concesión del Nobel de la Paz a la UE.
Cuando lo supe me sonó a broma, pero era verdad. La Unión Europea se presentaba como un modelo de lucha por la paz.
Es cierto que su nacimiento responde, precisamente, al intento por erradicar las sangrías entre vecinos a las que Europa estaba acostumbrada durante siglos y, en especial de forma dramática, en el siglo XX. Sin embargo quienes vivimos en ella y sabemos la realidad de la UE, sobre todo en estos últimos años, no podemos dejar de sentir incomodidad con un premio que equipara un mercado único, que pierde si se fracciona, con los esfuerzos titánicos de personajes o instituciones por lograr la paz per se, no únicamente como garantía de prosperidad.
La UE ha logrado ser la Europa de los mercaderes pero no mucho más. En defensa y política exterior ha fracasado una y otra vez. Ha dejado que una parte de su continente viviera una guerra fratricida con atrocidades que en nada tienen que envidiar a la salvajada de la I Guerra Mundial o el exterminio organizado de la II. Sarajevo es el símbolo del fracaso europeo por la paz.
Sin embargo, se le otorga el Nobel por lograr que “los históricos enemigos se hayan convertido en estrechos aliados”. No habla de serbios y bosnios sino de alemanes y franceses. En realidad el Nobel se lo están dando a Alemania y como mucho, a Alemania y Francia.
Por eso es oportuno. Se lo dan para apoyar que éstos sigan tirando del carro europeo sin cuya tranquilidad el mundo estaría en peligro. Pero lo hacen en el momento más inoportuno, justo cuando Alemania ha conseguido ser vista como “el enemigo” y los líderes europeos han presentado un continente dividido entre un Norte cumplidor y un Sur indolente. Es la semilla del conflicto futuro. Quizás lo que pretendan es desactivarlo.