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María José Pou

iPou 3.0

Siete vidas

Desconozco si los alcaldes son como los gatos y tienen siete vidas. Sobre todo porque no tengo muy claro que los gatos las tengan, aunque lo parezca. Sí es verdad que los políticos suelen tener esa habilidad felina de moverse sigilosamente por tejados y cornisas sin peligro o con la capacidad de caer de pie y no hacerse daño.

Sin embargo, son mucho más aseados, infinitamente más independientes y carentes por completo de esa necesidad de adulación de los políticos. Solo veo que compartan el carácter para reivindicar que el sillón es suyo y de nadie más y la disposición a ronronear si se sienten cómodos y con ganas de mimos.

Por eso me cuesta ver en la alcaldesa Flor de Pascua, que se postula para un séptimo pontificado en Valencia, a una linda gatita. No es por falta de uñas ni por artes en el zarpazo a tiempo contra la oposición. Tampoco por carencia de abuelitas entrañables dispuestas a defender su buen nombre delante de Piolín. Ella lo tiene todo y más. Tiene hasta el apoyo de la número 2 de Rajoy, Sáez de Santamaría, que ayer decía de Rita que siempre tiene la palabra acertada.

Y lo que es más importante: tiene una ciudadanía que mayoritariamente sigue queriendo que decir “Valencia” sea decir “Rita Barberá” y decir “Rita Barberá” sea decir “Valencia”.

Lo único que no termina de convencerme es el argumento que emplea la propia interesada para explicar su insistencia en ser la gran “mamma” de los valencianos. Dice la alcaldesa que le “apasiona”. Ahí sí. O hay entrega o mejor dedicarse a otra cosa. Pero inmediatamente añade que no sabe hacer otra cosa. Eso sí que no. Primero, porque no lo creo. Tiene formación, profesionalidad y carácter para ello. Pero, sobre todo, porque no quiero políticos que no sepan hacer otra cosa. En ella no cuela –lo sabemos- pero es peligroso que se instale el argumento en los que vienen detrás. Sigue porque prefiere esto a otra cosa. Y punto.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.