Cada vez que los pilotos hacían huelga decíamos que tomaban a los pasajeros como rehenes. ¿Lo recuerda? Hace mucho que no vivimos situaciones parecidas, justo desde que se declaró el estado de excepción, se despidió a algunos y se acabaron los miramientos hacia un colectivo visto como privilegiado.
Quizás esa sea la clave que diferencia sus huelgas de las protestas que colapsan la ciudad de forma ilegal. Ahora también toman a los ciudadanos como rehenes pero su reivindicación se presenta como justa y eso hace que pocos se atrevan a criticarlos como a los pilotos.
Sin embargo, la estrategia es la misma: perjudicar a terceros que hagan de ariete contra el poder. Es decir, que nos utilizan. Utilizan nuestro enfado por dificultarnos la vida cada mediodía y utilizan el miedo de las autoridades a tomar medidas de fuerza para no ser acusados de totalitarios y no sé cuántas cosas más. Como si no fuera totalitario imponernos a todos los valencianos las protestas por cauces ilegítimos y algaradas que interrumpen la actividad laboral de otros, al tiempo que causan destrozos que pagamos todos.
Pero eso parece que no puede decirse sin quedar como una insensible fascistoide. Pues lo diremos y asumiremos el riesgo si es necesario para denunciar que estos no son modos y que la desfachatez con la que actúan nuestros políticos no justifica el caos y el perjuicio a otros trabajadores que solo quieren ganarse el poco pan que les dejan.
La protesta está justificada; la toma del espacio público, no. Precisamente porque es público, porque es de todos, no del poder. Invadiéndolo en las horas de mayor intensidad de tráfico para coaccionar, se está abusando igual que hacían los pilotos declarándose en huelga en puentes y vacaciones. La diferencia está en que aquellos tenían las de perder porque eran vistos como ricos protestones y ahora, en cambio, todo se les permite porque son protestones con causa.