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María José Pou

iPou 3.0

Mi perro minero

Estoy dudando entre lámpara de aceite y antorcha de brea. No sé cuál de las dos resultará más efectiva para andar por algunas calles de Valencia a las siete de la mañana.

Mi perro lo tiene más fácil. Él se guía por el olfato a pie de acera, pero yo solo muestro esas habilidades olfativas cuando paso por el bar Maipi o el bar Che. Vivir toda la vida cerca de esos fogones despierta la pituitaria de cualquiera hasta el punto de convertirme en el mejor sabueso de la provincia.

Pero a las horas en las que salgo a pasear a Whisky, no hay rastro de chuletitas, ajos tiernos o chistorra así que no tengo más remedio que guiarme por la vista o “andar de oído”. Sí, yo he llegado a andar como algunos aparcan: de oído y a tientas.

Es lo que me sucedió ayer al salir de casa muy temprano. No al hacerlo en la tarde dominical. Entonces había sol y farolas relucientes a la vez. Es la “dieta yo-yo” lumínica municipal.

La restricción fue por la mañana. El apagón va por calles y ayer le tocó a la mía. A punto estuve de subirme a la chepa de un señor que pasaba por delante porque no lo vi al abrir el patio.

Cuando acostumbré mis ojos a la oscuridad, vi que tanto Peris y Valero como Reino de Valencia sí tenían luz, así que dije, solemne, a mi perro: “Whisky, hijo mío, camina hacia la luz”. Él se asustó, pensando que había llegado su hora. Tanta pompa para echar una “cagaeta” parecía desproporcionada. Sé que él agradecería un poco de oscuridad en tarea tan ingrata. Pero yo, no. Yo pretendía evitar tener que alumbrar con mi móvil sus caquitas con tal de no recoger moñiga ajena.

En ese momento pensé en colocarle un candil en el collar, como San Bernardo en emergencia electrógena, pero temí achicharrarle los bigotes. Así que ahora me debato entre tea, “cirialot” o camping gas. Sé que lo mejor sería ponerle un casco de minero pero miedo me da que coja complejo de “perro embolat” o se me haga sindicalista.

Enviado desde Ulanga, Tanzania.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.