Si Cataluña perteneciera a los Estados Unidos de América sería el único que querría salir en lugar de entrar. Son las antípodas del movimiento que hay en Puerto Rico para superar la situación actual de Estado Libre Asociado.
Allí les parece poco, como un hijo adulto que quiere decidir sobre el reparto de la herencia. Aquí, demasiado, como el adolescente que solo piensa en huir de casa.
Justo esta semana coinciden todos los procesos: Puerto Rico votará su relación con Washington; los demás estadounidenses elegirán presidente y Cataluña encumbrará a Artur I de totes les Rúsies.
El Gran Artur ya lo dijo ayer señalando al Palacio de Invierno: “Ni los tribunales ni la Constitución pararán el proceso soberanista”. Por un momento pensé que terminaría la frase con un “¡Ni Dios!” pero no lo oí, quizás porque no es de recibo que un Profeta hable así de quien le ha enviado.
A ratos pienso que, a los políticos, la campaña los posee y les hace decir cosas que ni osarían pronunciar en otros momentos. La campaña es una posesión diabólica, por lo que sería bueno que las jornadas electorales incluyeran exorcismo público. Así sabríamos que el elegido no hablará en arameo, blasfemará o girará la cabeza 360 grados como si tal cosa.
Por lo demás el tono de libertador que ha adquirido Artur I casa mal con sus lujos junto al Kremlim. Sobre todo teniendo en cuenta que enlazan el Antiguo Régimen directamente con el abuso de los nuevos ricos que sufre la Rusia actual. Sin interrupción ni paliativos. Dos castas. Dos formas de empobrecer al pueblo. Como si una revolución bolchevique no hubiera hecho mella en esa sociedad.
Es normal que Rusia no preste atención. Allí ya saben lo que es vivir sin servicios públicos universales y de calidad. Lo que les sorprenderá es que un ciudadano libre asome por las estepas para pedir independencia. A ellos, que son esclavos de la única dictadura europea aceptada por la UE.