Cuando veo a un famoso en primera clase digo: “¡mira, es Fulano!”. Cuando lo veo en turista, en cambio, pienso: “mira, Fulano viaja con nosotros”. O sea, en primera pienso en que es un famoso con dinero; en segunda, un famoso majete. Y gana puntos.
Lo digo por las declaraciones de Gonzalo Moliner, el nuevo presidente del Tribunal Supremo, según las cuales viajar en turista “no da buena imagen de la institución”. No sé cómo calculará él la imagen de los demás o de las instituciones pero lo que pensara hace cinco o seis años ya no vale para la actualidad. Y algo me dice que no se ha actualizado.
Su comentario me retrotrae al Antiguo Régimen cuando los señores debían viajar en carroza, coche de caballos o simplemente a caballo porque lo de ir a pie era cosa de pobres.
Para el juez no poder ir en primera clase cuando viaja en AVE perjudica al Supremo y yo me pregunto por qué. ¿Es quizás porque sus responsables parecen menesterosos o tacaños o porque parecen humanos, sin más? ¿Pierde el Supremo autoridad por recortar gastos no esenciales cuando a los ciudadanos nos han acribillado con nuevas tasas judiciales?
Si es porque parece de la cofradía del puño, no debería preocuparse. Paga la casa. O sea, nosotros. Así, pues, ir en turista es enviar un mensaje a sus “patrocinadores” diciéndoles “ya lo ven, ahorramos hasta el último céntimo”.
Dudo de que, tal y como están las cosas, haya alguien ante quien desmerezca ese gesto. Antes al contrario, lo que nos da una pésima imagen de la Justicia es que su antecesor, Carlos Dívar, se fuera de weekend a Marbella gracias a nuestra buena fe y nuestros inocentes bolsillos.
La imagen de cualquier institución o personaje público, en estos momentos, solo gana cuando se le ve preocupado por no ser una carga a los ciudadanos, por servirles hasta la extenuación y por agradecerles su confianza. En definitiva, por ser una institución de primera clase. Moral.