Hay un colectivo al que no le oímos protestar, ni manifestarse, ni quejarse de los sacrificios que les impone la crisis y que, sin embargo, no deja de esforzarse en su trabajo cada día. Lo recordó ayer el ministro de Defensa durante la Pascua militar. Son los miembros de las Fuerzas Armadas.
De ellos destacó el ministro su abnegación, para anteponer “calladamente” el cumplimiento de su deber a cualquier interés particular y para cumplir con su misión “a pesar de la crisis económica”.
Eso es lo que hace de él un grupo profesional tan peculiar: la capacidad de sacrificio y de obediencia. Son virtudes propias del cuerpo militar que, además, no pueden faltar en un grupo sometido a disciplina y destinado a misiones concretas sean cuales sean las circunstancias. Sin ellas, sin abnegación y reconocimiento de la autoridad, sería imposible su propia actuación.
Quizás por eso tendemos a olvidarlos cuando pensamos en los sectores dañados por los recortes y la crisis. También los militares los sufren pero no lo dicen.
En su caso, de las restricciones presupuestarias no depende solo la eficacia de su labor sino su propia seguridad. Ella justificaría cualquier reclamación o petición extraordinaria que, sin embargo, no se produce.
Si lo hacen es como vimos ayer: por boca de sus superiores. Es el ministro el que pregona que se han sometido a duros recortes, lo que no deja de ser curioso y poco frecuente en otras carteras.
No es habitual ver al ministro de Cultura levantando la voz por los escritores o al de Competitividad, por los científicos. Al contrario, suelen ser quienes responden públicamente a las demandas de los médicos, jueces o agricultores. Ellos explican y justifican las medidas políticas, no así el de Defensa que da voz a los subordinados. Sin llegar a sus extremos, vendría bien algo de esas cualidades para el proyecto común que tenemos todos de salir de la crisis cuanto antes.
Foto: Casa Real