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María José Pou

iPou 3.0

El enemigo violento

El terrorismo es el enemigo. Supongo que a estas alturas, para Cristina Fernández de Kirchner, Ricardo Darín estará al borde de la insurrección antipatriota y, para los seguidores de Hollande, Depardieu estará cometiendo un atentado fiscal.

Sin embargo, esos son casos de cierta violencia mediática. Nada sería lo dicho por el actor argentino si no hubiera tenido el eco que, sin duda, él quiso darle. La presidenta, en esos casos, no tiene más remedio que lanzar un órdago para frenar cualquier campaña contra ella.

Tampoco hubiera sido nada más que una huida, como otras muchas, si Depardieu no hubiera proclamado a los cuatro vientos su deserción impositiva y el gobierno francés no hubiera salido a demonizar al actor antes de que cayera una de sus principales promesas, castigar al rico.

Por eso no me ha extrañado escuchar al presidente sirio, Bashar al Asad, hablar de “terroristas” para referirse a la insurgencia, ni saber que el gobierno chileno va a aplicar la ley antiterrorista a los mapuches que reivindican sus tierras. Estos sí son asuntos graves porque la vida humana está en peligro y miles sufren sus consecuencias. Aquí hay algo más que una discrepancia semántica sobre la calificación de “terrorismo”.

Cualquier régimen dictatorial necesita apelar a enemigos externos –Asad lo hace cuando acusa a las potencias extranjeras de armar a la oposición- para justificar su propia barbarie. El problema es que la mirada sobre el terrorismo es distinta desde dentro. Para quien lo sufre hay pocas dudas acerca de su naturaleza perversa y su violencia injustificada; pero para quienes lo apoyan, el discurso convierte a los asesinos en libertadores. Por eso Putin anda como funambulista en Siria mientras vigila Chechenia.

La frontera quizás está en la posibilidad de una vía democrática para lograr los fines. Si existe, la violencia no se justifica. Pero, si no la hay ¿es un medio legítimo?

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.