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María José Pou

iPou 3.0

Delitos de madre

Un padre o una madre hacen lo que sea para que su hijo no sufra. Si tienen que estafar o robar para que su hijo tenga un mendrugo de pan que llevarse a la boca seguro que se lo plantearán. No digo que estén obligados a hacerlo. No. Hay otras vías que no implican una acción jurídica y moralmente reprobable.

De hecho, la mayoría de padres y madres que están pasando penurias en estos tiempos de crisis no resuelven así su problema. Pero los hay expeditivos que no se andan con remilgos. Si tienen que usar una tarjeta de otro, ¿por qué no hacerlo para alimentar a la prole? Defina prole, habría que aclarar.

Lo digo por situaciones como la del pequeño Oriol. Se ve que lloraba, harto de comer el mismo puñado de arroz blanco cada día, y papá Pujol lo alimentó con chuches en grandes bolsas de basura. O también por los vástagos de Bárcenas que suplicaban a papi unos zapatos nuevos sin agujeros y papá traspasó el agujero al erario público.

Una estafa es una estafa. Hasta ahí todos estamos de acuerdo. Y una estafa, puesto que es delito, debe penalizarse. No creo que haya dudas.

Si alguien coge una tarjeta de crédito ajena y la usa en beneficio propio está actuando mal. Aunque sea para comprar pan.

El problema es encontrarnos el mismo día con una mujer cuya estafa consiste en comprar pañales y un señor que, al parecer, ha sacado millones y los ha llevado a Suiza. ¿Es peor comprar chocolate suizo que pañales del híper? ¿Es peor robar a todo un pueblo que a un particular?

Ambos son comportamientos incorrectos sin embargo hay una diferencia que no anula la mala consideración pero explica la solidaridad con la primera y no con el segundo. Una cosa es la necesidad y otra, la avaricia. La primera puede resolverse con ayuda ajena; la segunda, no tiene límite. La primera puede entenderse; la segunda, nunca tiene justificación. Sin embargo, con la primera la ley será dura pero, con el segundo, no.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.