Su llegada a la Casa Blanca fue con el lema “Yes, we can” (Sí, podemos). Ahora, su discurso parte del “We, the people” (Nosotros, el pueblo) ya utilizado en una iniciativa del gobierno para responder a las inquietudes de los ciudadanos. Ambas son dos expresiones que tienen algo en común: la primera persona del plural, “nosotros”.
No es el gobierno y la gente sino que todo es uno: la nación, compuesta por unos y otros, con funciones distintas para cada uno y con la común obligación de luchar por ella en la línea de la famosa apelación de Kennedy “no preguntes lo que este país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por este país”.
Pero, sobre todo es, es un modo de entroncar la realidad con los inicios de la Nación pues el preámbulo de su Constitución comienza con ese “We the People of the United States, in Order to form a more perfect Union…”.
Obama es el mensaje y ha sabido hacerlo una vez más, sin mirar un solo papel en el discurso más importante –desde el punto de vista mediático- de la legislatura, el de su toma de posesión. Su mensaje ha sido resumido de nuevo con un eslogan fácil de reproducir, fácil de memorizar, fácil de llenar de contenido: “We, the people”.
Con él relaciona el futuro con lo mejor del pasado como una suerte de camino de continuación. Incorpora a los padres de la patria, los anhelos iniciales, el sentido de la unión de todos y la lucha no entre hermanos sino hacia el enemigo exterior. Si entonces era el Imperio, la guerra o el propio territorio inhóspito, ahora es la crisis que amenaza con destruirnos.
Al mismo tiempo, absorbe y neutraliza así las reclamaciones del movimiento “Occupy Wall Street” cuando decía en sus pancartas “nosotros somos el 99%”. Él se erige en su portavoz.
Por último, ofrece una razón por la que esforzarse: la unión hace la fuerza, construye y hace avanzar. Aun con toda su fanfarria, es una lección para la vieja Europa.