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María José Pou

iPou 3.0

Que se mueran

Pues estoy de acuerdo con Taro Aso, el ministro japonés de Finanzas. Pero no cuando dice que los ancianos “deberían darse prisa y morirse” para no hacer gasto al erario público sino cuando afirma que se sentiría mal sabiendo que su tratamiento lo paga el Estado.

Yo también me sentiría mal. Y utilizo el verbo en condicional porque no me refiero al futuro, esto es, mi vejez, sino a lo hipotético, es decir, a mi condición de ministra de Finanzas.

Sorprende que Aso diga lo que dice sobre los ancianos convertidos en lastre porque “comen y beben y no hacen ningún esfuerzo”, salvo “ir al médico”. En primer lugar, porque él tiene 72 años, aunque al parecer ya ha dicho a su familia que no lo mantenga con vida si llega a una fase terminal. Pero sobre todo y en segundo lugar, por el hecho de ser un político a cargo de las cuentas públicas.

Ahí es donde coincido con él: yo me sentiría muy mal si viviera a costa del erario público hasta en el mínimo gasto, ya fuera el coche, la vivienda, el teléfono y hasta un chófer que me esperara en la puerta de la peluquería. Eso sí me haría sentir mal. Mi condicional se refiere no a la edad provecta -que es una riqueza, no un empobrecimiento- sino a un trabajo de escaso rendimiento y enorme coste. El suyo.

Así deberían sentirse todos esos políticos que aún lamentan no tener más privilegios a costa de humildes trabajadores que se quitan de su sueldo para pagar los viajes en primera clase de sus señorías.

No diré, como él, que deberían morirse pero sí darse prisa en hacer su trabajo y renunciar al sueldo. ¿Son necesarios los cuatro años cuando la mitad del tiempo no cumplen lo prometido? Pues que se “mueran” laboralmente, es decir, que se les aparte de una nómina pública. Como en la empresa privada o como quieren algunos vinculando ventas y salarios: si no hay resultados, que cobren menos. Si no cumplen su programa electoral, que sean penalizados.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.