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María José Pou

iPou 3.0

Hable con ella

A mí también me hablan mis columnas. Como a Ripollés. Unas más que otras, porque las hay tímidas, parlanchinas o más bien secas. Solo que ellas son más burlonas incluso que una servidora y se ríen de una como no podría reproducir aquí. A mí no me dicen eso de “que me quede como estoy” sino “no lo estropees más, bonica”. Y así las dejo.

Yo no sé por qué tanta risita con las esculturas que hablan de noche. También decía Miguel Ángel que el bloque de mármol contenía dentro la figura y solo había que sacarla. ¿Por qué no va a hablar, pues, una obra con su autor? Lo hizo Unamuno y a todos nos parece una gran reflexión sobre el ser humano. Es normal en un creador que da origen a algo vivo. Para Ripollés, sus obras son seres vivos. Y la verdad es que conociendo a algunas amebas sin vida ni movimiento que pululan por ahí, no veo por qué no. Tienen más energía que algunos que yo me sé.

Lo que me ha llegado al corazón en las opiniones de Ripollés sobre el particular es su interpretación, aunque se contradiga con sus culpas al ingeniero. Dice que “antes miraba al cielo y ahora besa la tierra”. Me parece tan oportuna y tan llena de sentido que se me saltan las lágrimas al leerlo. Es Valencia. Es la Comunitat. Es la era post Zaplana y post Camps. Somos nosotros mismos. De casi tocar el cielo (“somos el motor de España”) a darnos de bruces con el suelo. Nos hemos dado un tortazo de esos que al principio no duele pero luego deja atontado durante horas.

Estábamos en una preciosa carroza desfilando por la Alameda en tarde de Batalla de Flores, riéndonos a mandíbula batiente, cuando de pronto una flor se nos ha incrustado en la campanilla, nos ha tapado la boca y nos ha hecho perder el equilibrio. De morros. Hemos caído de morros. Como la escultura viva de Ripollés. Por eso no sé si decir “déjame como estoy, que reptar tampoco se me da mal” o “aúpame y, si vuelve el viento, ya sabré caer”.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.