Después de ver las imágenes del Consejo de Ministros venezolano a punto de corear “es un muchacho excelente” para celebrar el retorno de Chávez, me pregunto si hay algún venezolano que no sea ministro.
Por un momento dudé de si estaba ante la reunión del gobierno o del regimiento en el que servía el presidente en sus años castrenses, aunque imagino que tratándose de Chávez es prácticamente lo mismo. Casi necesitan habilitar un campo de fútbol para reunirse no menos de 40 personas.
No era solo por el número; también me llamó la atención la indumentaria. No me imagino algo así en España, con Soraya en chándal y el pelo recogido en un moñete con pinza o a Montoro, con una gorra de ir a jugar al béisbol en telefilm de sobremesa.
Allí estaban con el chándal de la bandera, uno; con gorra, un par; con camisa abierta sobre camiseta blanca y raya roja, el propio vicepresidente Maduro y hasta los cámaras que inmortalizaban el momento, uniformados con la equipación Chávez. Era todo tan informal que parecía una cena de sobaquillo en un casal fallero cualquier viernes de estos. ¡Qué digo! ¡Los falleros van más elegantes en sus cenas de sobaquillo! Donde esté un blusón, que se quite el chándal rojo, amarillo y azul de Chávez.
A eso se une la escenografía. Un cuadro enorme de Kirchner. De él. Del dios. De Néstor, sea por siempre bendito y alabado, sobre la bandera argentina. Diría que incluso era de mayores dimensiones que el de Bolívar, que ya es en una república bolivariana.
Por último, la actitud de los varios cientos de ministros allí reunidos. No aplaudían solemnemente ante la mención del profeta sino que batían palmas coreando una especie de “volvió, volvió” que sonaba más bien a “oe” pero al revés: “e-o, e-o”. Me temí que de un momento a otro alguien gritara “yépale” y se animaran a iniciar una conga. Ya lo imagino en La Moncloa recibiendo a Ana Mato al ritmo de “No cambié” de Tamara. Todo un hit.