Quizás un día agradeceremos a Monti y a Rajoy el habernos salvado del rescate, sin embargo, las condiciones actuales son tan duras que se hace difícil pensar en que hubiera podido ser peor.
Yo, en cambio, lo creo. Y por eso, contra todo pronóstico, creo que Rajoy tiene sentido de Estado. Posiblemente, no le acompaña la determinación de extirpar todo aquello que lo ponga en duda, a la vista de la mala gestión que está llevando el partido del ‘caso Bárcenas’, pero me temo que es solo una cuestión de ritmos. Rajoy ha demostrado ser capaz de dejar fuera a quien podía boicotear su llegada a la Moncloa. Y a Camps me remito.
Por eso ni Monti se verá recompensado en las urnas este fin de semana ni Rajoy, tal vez, sea aplaudido hasta que pase a mejor vida o pierda su memoria, como Suárez. En el fondo los ciudadanos damos una patada a los mercados en el trasero de estos dirigentes que han hecho equilibrios para responder a sus demandas por lo que han creído que era el bien de los compatriotas. Pero éstos no lo valoran. ¿Era mejor ceder al rescate, pues? La pregunta lleva a pensar que en el fondo tanto Monti como Rajoy han ejercido un papel de tranquilizadores sociales.
Vivir un rescate, viendo el caso griego, resulta terrible y moviliza a toda la población, crea rechazo social e impele a rechazar a la troika, a la propia y a todo lo que se ponga por delante. Evitarlo, aunque bajo condiciones cercanas a aquel, en realidad no parece ser más que una forma de desactivar la respuesta en la calle. Rajoy y Monti han sido más bomberos que pirómanos, aunque nos parezca lo contrario. Uno, por las urnas, y el otro, a dedo, han sido quienes han evitado que las calles de España e Italia se asemejaran a las griegas. Así, han ido aplicando las medidas con bálsamo y con “cura sana, cura sana”. Solo el tiempo nos dirá si es un milagro o un engañabobos de Merkel y los hombres de negro. Para los ciudadanos, tanto da.