Con los recortes en Sanidad, a las ambulancias deberían ponerles un frontis como el que llevan los camiones: “Carmencita y mis hijas”, “Te quiero, Lola” o “Pepe y su churri”. Inspirada por la operación del rey, propongo que les llamen “La milagrosa”, como la clínica real. Es un nombre muy propio para zonas como la de Buñol que, según me contaba una amiga a la misma hora en que la tecnología punta dejaba al rey hecho un chaval, van a apañarse con una ambulancia para 50.000 o 60.000 habitantes.
Me lo decía porque acababa de asistir a una manifestación en la que se enteró de que la ambulancia que antes atendia Buñol, ahora tendrá que añadir Macastre, Alborache, Yátova, Chiva, Cheste, Villamarchante y también Turís desde las nueve de la noche. O sea, la ruta de la “La milagrosa” porque sobrevivir a esa precariedad va a ser obra del Altísimo.
Ya sé que suena a demagogia pero cuando veo que a esta amiga ir al centro de especialistas en Chiva, el Hospital, en Mislata y la rehabilitación en Manises o cuando me dice que a su marido lo van a llevar en la furgoneta de los pintores tumbado en unas mantas porque no hay ambulancia, me pregunto dónde está la demagogia.
¿En relacionarlo con la operación del rey? En absoluto. No me quejo de que a nuestro rey le traten como tal, solo me pregunto qué mal hemos hecho los ciudadanos para vernos, como Segismundo, “de estas prisiones cargado”.
Y mi perplejidad se multiplica cuando leo que los valencianos estamos, como Segismundo, pagando la pena de haber nacido. ¿Acaso hemos trabajado o cotizado menos? ¿hemos de purgar la pena de nuestros manirrotos gobernantes?
El gobierno debería asumir que “el problema territorial” no es la reivindicación catalana sino la desigualdad entre regiones. Si todos los ciudadanos pagamos los mismos impuestos, ¿por qué tener menos servicios? Si es culpa del déficit, que respondan quienes lo crearon. No serán ni mi amiga ni su marido.