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María José Pou

iPou 3.0

Roma da la bienvenida a Francesco

En las paredes de un estrecho callejón que lleva a la Vía de la Conciliazione, aún se ve un anuncio del maratón “Run for food” celebrado en Roma en 2009. Está desconchado, roto y apenas se distingue del negro del ladrillo, pero ha conseguido vencer al tiempo y a las condiciones meteorológicas.

Justo debajo aparecía, hasta ayer, otro del Ayuntamiento romano dedicado a Benedicto XVI con el lema “Rimarrai sempre con noi, grazie” (permanecerás siempre con nosotros, gracias).

Sin embargo, la promesa duró poco. Es lo que tienen las promesas políticas, que duran lo que el humo de la fumata, aunque se las hagan al mismísimo Papa. Ayer, en lugar de Benedicto, aparecía el nuevo. El lema: “Benvenuto, Francesco”. Si el Papa de la renuncia queda en algún lugar es en el corazón de los romanos y en las colecciones de estampas. En las paredes de Roma, ya no. El cartel del maratón, por cierto, aún sigue allí.

No es el único cambio. La ciudad, poco a poco, va dejando atrás las tormentas y disfruta ya de cierta paz atmosférica. Del mismo modo, los turistas, que hasta ahora eran los visitantes mayoritarios de los espacios vaticanos, conviven con grupos de fieles, de religiosos y de jóvenes que van acercándose a Roma a ver al nuevo Papa.

A muchos de ellos no les ha movido un interés movilizador por el “parroco de Oltretevere”, como le llaman algunos, sino la proximidad de la Semana Santa. Hubieran venido igual, dicen. Y sin dudarlo se suman a las iniciativas de los propios romanos.

Por ejemplo quienes ayer por la tarde rezaban el Rosario en San Pedro. No era la primera vez. Llevan haciéndolo desde la renuncia de Benedicto XVI y siempre colocan una pancarta con el lema “Fieles al Papa, firmado: Los Papaboys”. Algunos, en cambio, apuntan que no es una iniciativa relacionada solo con los cambios en la Santa Sede sino que comenzó como actividad continuada durante todo el año por celebrarse “el Año de la Fe”. Sea como fuere, la Plaza ya recordaba más a la de hace ocho años. O, al menos, empezaba a caldearse como entonces con rezos y cantos religiosos y no solo el “Viva España” que a veces entonan los Erasmus españoles en cuanto se reúnen diez o doce. Hasta en la tarde de la fumata blanca lo hicieron, para desorientación de algún turista que preguntó si el Papa nuevo era español.

No lo es, sin duda, pero sí habla español sin las dificultades de sus antecesores. Por eso, tal vez, nuestra lengua se está adueñando de las calles y restaurantes romanos. Es el goteo continuo que, desde el miércoles por la noche se está produciendo de periodistas y turistas argentinos -y latinoamericanos, en general- que llegan aquí para asistir a la primera misa de Francisco. Lo hacen incluso por encima de la petición del Papa a obispos y fieles de su tierra: mejor no vengáis, y el dinero del viaje, para los pobres. No parece que le vayan a hacer mucho caso. No siempre se puede celebrar la llegada al solio pontificio de un compatriota. Hasta ahora, nunca, sin ir más lejos.

Ellos tienen razones para incumplir la pauta papal y él, para marcarla. Es una muestra más de la austeridad que esta imprimiendo a su estilo, casi con exceso, a juzgar por algunos romanos de edad que consideran una pérdida la renuncia a los símbolos tradicionales del papado. Frente a ellos, los más jóvenes aplauden la novedad hasta el punto de que alguno defiende que “con un papa así, ya no se justifica no ir a la iglesia”. Sus amigos sonríen pero no le contradicen. Muchos en Roma confían en que ese sea un nuevo modo de atraer a jóvenes de otro signo. “Un éxito global”, resumen encantados.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.