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María José Pou

iPou 3.0

Engaño europeo

Aparentemente vivimos en paz, pero estamos en guerra. Dicen que no hay fronteras pero están ahí y cruzarlas es más difícil que cuando el Muro separaba el continente. Insisten en que Europa es una unión y no es más que una ristra de esclavos que caminan juntos atados por los tobillos.

Es la realidad irreal que vemos todos los días. Nadie pega tiros pero la gente muere enfrentándose a un enemigo invisible. No hay prisioneros porque todos los somos, aunque no veamos los grilletes. Los armisticios son esos pactos que obligan a firmar a griegos, portugueses o chipriotas. Nadie dijo que fuera fácil un tratado de paz. En el fondo siempre fue el abuso del vencedor sobre el vencido. Se hablaba de pacto pero la verdad es que uno imponía y el otro aceptaba. No estaban en igualdad de condiciones.

No hay conquistas territoriales pero usurpan nuestros bolsillos inoculándonos, además, el complejo de culpables. Lo decía ayer Merkel, satisfecha porque “pagan los culpables de la crisis”, como si un pensionista de Nicosia pudiera hacer tambalearse Wall Street.

Supongo que decían lo mismo a los soldados obligados a cruzar Europa con una bayoneta en nombre de no sé qué invasión en la que nada tuvieron que ver ni pretender. Ellos solo querían vivir en paz y casarse con sus novias de toda la vida. En cambio acabaron en una sucia trinchera y sus chicas solo recibieron de ellos unas cartas arrugadas y unas medallas inútiles.

Nos engañan con una Europa sin fronteras pero deciden que no entren los que vengan pidiendo clemencia; algunos vigilan a los “morenitos” y otros endurecen las condiciones para acceder a la sanidad o la educación. Fronteras. Hoy los obstáculos para la ciudadanía global son de doble cristal. Transparentes, pero impermeables.

Mientras tanto los ciudadanos asistimos a esas reuniones como la plebe veía repartirse el mundo a los nobles y potentados. Sin poder intervenir. Sin futuro. Pero con rabia.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.