Hay que admitir que no es original. No es el primero que exclama “el Estado soy yo”. La diferencia es que quien así se definía era rey de Francia y lo decía para una audiencia acostumbrada al absolutismo.
Me refiero a Artur Mas. Él no ha dicho textualmente esa frase pero sí ha denunciado lo que considera una “campaña” contra Cataluña a través del ataque a Jordi Pujol. Y no es porque alguien haya hecho un escrache en su casa o porque le hayan insultado por la calle. Es por los procesos penales en los que están envueltos sus hijos, esas criaturitas inocentes que se dedicaron, presuntamente, a esquilmar las cuentas públicas como los hijos de los nobles desplumaban a los súbditos en nombre de su sangre y escudo.
De ser cierto lo que dice Mas, lo sufrido por Francisco Camps aquí sería la peor conjura vivida por una región española desde tiempos de Aníbal.
Su denuncia es el mejor ejemplo de delirio nacionalista que hace encarnar en un dirigente a la nación entera. Se empieza así y se termina llamando “querido líder” a un imberbe con corte de pelo de academia de peluquería en primer curso y resultado de suspenso ad aeternum.
Pujol, a juicio de Mas, es uno de los símbolos de Cataluña y criticarlo es bombardear Montserrat, al parecer. No sé si lo sitúa junto a la Moreneta, el Barça o les mongetes amb botifarra. Yo no lo igualaría a ninguno. La Moreneta porque es la Virgen. Avemaría purísima. El Barça, porque es donde juega el divino Messi, sea siempre bendito y alabado, y les mongetes por razones obvias. Si algo nos une como pueblo es el caldero. Ahí no admito dudas ni agnosticismos irreverentes.
Artur Mas pretende, pues, que Pujol sea tratado como el brazo incorrupto de la Nació. En una urna, para ser venerado por todos. Que no digo yo que no pero, si sus hijos son unos cafres, no les salva ni la divinización de papá. ¿O acaso lo de Urdangarín es un ataque a España a través de la figura del rey? Pujol hizo un gran servicio a Cataluña, no lo niego, pero si sus hijos se aprovecharon de ello, investigarlo no perjudica a Cataluña. Al contrario, le beneficia.