Desde hoy declaro mi casa paraíso fiscal para guapos en apuros. Lo digo y lo repito para ver si llama a mi puerta, como refugiado, Omar Borkan Al Gala, un dubaití expulsado de Arabia Saudí por ser “irresistible para las mujeres”.
Viendo su foto, entiendo a las autoridades religiosas de la zona y celebro, como nunca, la secularización que vivimos. Si aquí Rouco se empeñara en colocar un burka a semejantes ejemplares de la especie humana, yo misma me chivaría al papa Francisco.
Es comprensible la reticencia. En países donde el Estado interviene en la vida, costumbres y moralidad personal, esos ojazos no pueden considerarse sino delito contra la propia esencia de la nación, cuando no de lesa humanidad.
¿Cómo convencer a las mujeres saudíes de que ahí fuera hay cosas como ésa, están al alcance –no de todas, hay que admitirlo- y no hay nada malo en caer rendidas a sus pies? Yo no haría una revolución por llevar un burka con más o menos vuelo pero sí por que me dejaran libre albedrío para pecar.
Ese empeño en prevenir el pecado en los demás no deja de ser un acto de imbecilidad, por no hablar de un ejercicio de totalitarismo. Ya sé que no se piensa en el alma del súbdito sino en su sometimiento. No preocupa su virtud sino en que a través de ella se pueda mantener el control de la sociedad sin ser notado.
No es extraño, pues, que ahora intenten decir que no se le expulsó por guapo sino por ser un artista no reconocido. Admitir que la belleza desestabiliza la nación solo indica que la represión no funciona del todo bien. Deberían aprender de Corea y nombrar un querido líder –líder de póster- tan guapo como el coreano y con ese estilazo capilar que nos tiene a todas y todos subyugados.
Frente a eso, Arabia tiene a un monarca (¿cómo decirlo sin crear un conflicto diplomático?) de una belleza menos fotogénica que la de este chico. Justo la que se necesita para que las mujeres no tengan ojos nada más que para los de casa. O, sencillamente, no tengan ojos. Abramos, pues, los nuestros a la inmigración de poetas guapos. Todo sea por el bien de la moralidad saudí.