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María José Pou

iPou 3.0

El filo de Gallardón

Hay personajes que nos enervan o nos entusiasman; crean afinidad o animadversión alrededor; consiguen amigos o enemigos eternos, pero siempre están en su sitio. Nos guste más o menos su sitio y su forma de estar en él. Pienso por ejemplo en Aznar, en Esperanza Aguirre o en el propio Rajoy. Nos sentiremos más alejados o menos de sus personalidades e ideología, pero sabemos de qué van, en qué creen y dónde no los encontraremos nunca.

A mí esos tipos no me incomodan ni me hacen dudar, por mucho que me fastidien. Quienes sí me resultan insufribles son aquellos que, queriendo quedar bien con todos, acaban por no contentar a ninguno y ofrecen una imagen de volubles marionetas del aplauso ajeno. Pienso, sobre todo, en Ruiz-Gallardón quien me recuerda a alguien que conozco y que, como él, hace tanto esfuerzo por no posicionarse con rotundidad que termina por ser sospechoso para todas las posturas.

Gallardón nunca fue un santo de mi devoción pero le perdonaba cuando le veía distendido y simpático ante las preguntas de los hombres de negro de Wyoming, en el programa de televisión Caiga quien caiga. Su capacidad para no quedar envarado ni soberbio ante las cámaras, como la mayoría de sus colegas, me parecía digna de elogio, a pesar de estar un poco sobreactuado y de notarse demasiado que había dedicado tiempo a pensar en la broma con la que triunfar en la tele.

Sin embargo, su elección como ministro de Justicia me produjo cierta inquietud que los meses y sus proyectos fallidos están encargándose de confirmar. Propuso el pago de tasas, reformas en los juzgados, en la ley de enjuiciamiento criminal o en el código penal y, recientemente, la modificación de la ley del aborto. Con cada una de ellas ha conseguido soliviantar a unos y/o a otros. Unos le reprochan tibieza y los de enfrente, “talibanismo”. El colmo. Unos le acusan de haberse vendido a “los otros” y éstos, de haberse instalado entre los más radicales de los suyos. Es lo que pasa por intentar vivir en el filo, como siempre ha hecho. Allí, se termina cayendo para uno de los dos lados, con las correspondientes quejas de ambos.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.