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María José Pou

iPou 3.0

Virales o víricos

Nos estamos acostumbrando a ver cualquier cosa. No hablo de la televisión sino de Internet. En cuanto empieza a circular un vídeo de algo llamativo, vemos cómo se difunde por la Red y no hay web que no lo cuelgue bajo el pretexto de que es “lo último” o es “lo más visto”. Sin embargo, en ocasiones lo más interesante no es ni lo último ni lo más visto.

Internet potencia todo lo morboso porque atrae visitantes a la página, seguidores a las redes sociales o clics a un contenido. Algunos juegan con ello en formatos conocidos como “virales” porque se transmite con la misma facilidad que los virus informáticos. En efecto, hay vídeos que, además, son tan contaminantes y perjudiciales como los virus humanos.

Sabemos de antemano que si no los colgamos en nuestro espacio, muchos otros lo harán y se llevarán el gato al agua. La pregunta es si estamos dispuestos a renunciar a eso con tal de presumir de tacto hacia el lector, cliente o amigo. Ayer, sin ir más lejos, vivimos una jornada repleta de oportunidades de una cosa y de la contraria.

El más duro, sin duda, fue el vídeo de un rebelde sirio arrancando y mordiendo el corazón de un soldado. Será raro si a estas horas aún no lo ha visto pero le aconsejo que no lo haga. No solo por su bien y el de su estómago sino por evitar que imágenes de ese tipo “triunfen” en Internet. Prefiero el Gangnam style -que, por cierto, aún no he visto-, que grabaciones como ésa. De hecho, ayer preferí ver un “viral” de una foca jugando con un fotógrafo en el hielo antes que el vídeo del día.

Nuestro rechazo no deja de ser paradójico. La guerra es siempre una atrocidad. Toda y todas. Pero como nos hurtan la imagen de sus terribles efectos, creemos que solo lo de ayer es horroroso. Desde tiempos de Goya y mucho antes lo sabemos pero miramos hacia otro lado. Por eso nos impacta tanto ver hasta dónde es capaz de llegar el odio y la crueldad humana. Quizás es, simplemente, la prueba de que el infierno sirio nos produce arcadas pero no reacciones. Seríamos capaces de salir con un “No al vídeo” pero aún no he visto un solo “No a la guerra”.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.