Tarde de madre y Madre.
Tarde de visita a la Virgen
con la madre en volandas sobre su silla de ruedas.
Llegué ante la imagen y la deposité a sus pies,
y la dulzura de su mirada me pareció que se contagiaba
y sus brazos la abrazaban y la levantaban y la besaban.
Luego miré y seguía allí, inmóvil la Madre,
emocionada la madre.
La volví a sentar y me la llevé.
Nadie creerá en esa escena sentida,
pero yo sé que Ella la abrazó y la bendijo.
Yo me limité a mirarla a los ojos
y a pedirle en silencio:
“cuando tengas que llevártela
hazlo como hoy,
que apenas me dé cuenta,
que ella no lo note
y que al final me quede la dulzura de tu mirada
y sepa, al verla, que ella me mira también”.