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María José Pou

iPou 3.0

Privada de dinero público

Las administraciones públicas me recuerdan a la iglesia católica. A su amparo crecen personajillos incapaces de hacer la “o” con un canuto y, por tanto, necesitados de subvención o de acogida permanente. Lo sé porque he visto a muchos que ni creen ni saben distinguir una novena de un vía crucis y, sin embargo, van de píos, dan lecciones de moral y se ríen en privado de los tontos que les abren las puertas. Viven a la sombra de algún alma caritativa –cuando no de otro sinvergüenza de más calado que ellos- y consiguen hacer carrera cuando en el mundo real no pasarían de portaquipajes en Calcuta.

En torno al poder ocurre algo semejante y Urdangarín me recuerda mucho a esos caraduras. Agazapado en su condición de consorte, se arrimaba a los gestores de lo público para sacar tajada. Y buena tajada, por lo que estamos conociendo del caso Noós. Ahora bien, no podemos evitar que existan seres de esta calaña. Los hay en los partidos, en los sindicatos, en la iglesia y en la universidad. Lo que sí podemos es exigir a los gestores de lo público que no se dejen embaucar por ellos.

Si Emilio Botín quiere amparar bajo sus alas a un soplagaitas que sería incapaz de ganarse el pan fuera del Santander, que lo haga. Ya le pedirán cuentas sus accionistas por semejante estupidez. Si lo quiere hacer el dueño del ultramarinos de la esquina para favorecer al yerno de su hija que es un inútil, allá él con su dinero, sus deudas y sus pérdidas. Si París bien vale una misa, una hija bien vale un empleado idiota.

La cuestión es que ellos pueden permitírselo con dinero particular pero los políticos no, porque lo hacen con dinero público. Por eso cuando Barberá dice que la Valencia Turismo Convention Bureau es privada para apartarse del dedo del juez Castro que la señala, debe tener en cuenta de dónde sale el dinero de esa Fundación. Si es privado, no tengo nada que decir, pero si es público la cosa cambia. No hablo de responsabilidades penales que son cosa de la Justicia sino de las políticas. Esas nos incumben a todos y a todo el que concede subvenciones de nuestro bolsillo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.