Imagino que en el PP habrá quien se asombrará de que, a pesar de los esfuerzos del partido por la transparencia y la fumigación inmediata del sospechoso de corrupción, haya ciudadanos que sigan convencidos de que no luchan contra ella.
Lo digo porque, a la vista de determinados comportamientos, resulta muy difícil defender que se hayan dotado de un código de “tolerancia 0” contra las corruptelas y que tengan intención de aplicarlo a rajatabla.
Pienso en estos días en dos tipos de personas a las que el partido trata de modo diverso. Una, el chivo expiatorio. Otra, el intocable.
El chivo expiatorio es aquel que se toma como responsable de las peores maldades y sobre el que se hace recaer toda la responsabilidad. No niego que la tengan. Eso lo decidirá el juez. Pero son casos en los que parece claro, desde lejos y sin gafas, que, de ser cierto, quienes así actuaron no lo hicieron ni en solitario ni con el desconocimiento total de los próximos.
Junto a ellos, están los intocables que son esos que, estando cerca o en situación mucho peor que la de los chivos expiatorios, no resultan ni salpicados, ni cuestionados ni –lo que es más importante- removidos de sus puestos.
Hay dos casos que me llaman la atención en estos días. El primero es el de Sepúlveda y Ana Mato. Él ha sido elegido por el partido como “cabeza de turco”. No seré yo quien diga que Ana Mato está implicada en nada, y menos si no lo dice un juez, pero cuesta hacerse el ánimo de que no supo nunca nada de nada. Como la infanta. Señoras inocentes engañadas por crápulas. Con menos sospechas dimiten o destituyen a un ministro en los países de nuestro entorno.
El otro caso es el de la gerente de la Luz de las Imágenes y la extrarrápida salida de la consejera Catalá a hablar de su cese. Después de ver a Blascos, Camps y Castedos pegados con Loctite a la poltrona a pesar de los pesares, sorprende la urgencia en destituir a Díaz Quintero. No sé si debe hacerse (¿dónde quedó el discurso de la presunción de inocencia?), solo me pregunto por qué no tienen las mismas prisas con otros más evidentes.