Hasta la fecha, en España hay dos premios que tienen prestigio internacional y cuyo criterio resulta incuestionado. Son los Príncipe de Asturias y los Jaume I. Su reconocimiento viene del esfuerzo continuado por aplicar estándares muy rigurosos y buscar a figuras que nadie discute en su especialidad tanto entre los premiados como entre los miembros del jurado.
La confirmación de esa calidad llega cuando los premiados se consideran especialmente honrados con la designación, acuden a recibir el galardón y lo hacen desde la seriedad, el rigor y casi la reverencia.
Para ello, los premios deben evitar ceder a la tentación del folklore y el aplauso del populacho. Si hablamos del Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, no puede ser un personaje cuya única ciencia en el ámbito social es su dominio de las colas del Starbucks. Ha de ser un pensador, analista o estudioso del mundo que nos rodea. Aunque no sea conocido por sus apariciones en tertulias-espectáculo televisivo.
En ese sentido, aún podríamos decir que los Príncipe de Asturias han cedido alguna vez a la “imagen” mediática y han concedido premios para acaparar no solo las portadas sino los corrillos y comentarios de café. Así ocurrió, por ejemplo, cuando se le dio el Premio a la Concordia a la creadora de Harry Potter o el de Cooperación Internacional, a Al Gore.
Frente a eso, los Jaume I nunca se han visto salpicados por una polémica de ese tipo. Es cierto que estos premios tienen un alto componente de ciencia e investigación de modo que resulta más difícil la presencia de caras conocidas en otros ambientes.
Por eso sorprende el aterrizaje de Risto Mejide en el jurado. Acostumbrados, como estábamos, a que se reunieran en Valencia dos docenas de Premios Nobel para decidir el elenco de galardonados, ver entre ellos a Mejide llama la atención. No niego sus cualidades. Es un tipo inteligente. Prueba de ello es cómo ha logrado hacerse un nombre en nuestra vida. Pero los Jaume I requieren otra cosa. Sería una lástima perder la credibilidad que tantos años ha costado conseguir por una concesión al famoseo.