Que a estas alturas, los valencianos hayamos desarrollado cierta tirria a los parques temáticos creo que está más que justificado. Después del fiasco de Terra Mítica, de la competencia de Port Aventura, del fracaso de la Ciudad de la Luz y otras “cidade maravilhosa”, y del empeño de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en ser un carísimo escaparate de anuncios cool, que nos hablen ahora de otro parque nos toca lo más sensible. Por no concretar.
El discurso suena a conocido: creará puestos de trabajo, atraerá a millones de turistas, llamará a inversores, dará proyección internacional y además es dinero chino, que al parecer es la única garantía en estos momentos. Yo sospecho que ni eso, que China tiene su propia burbuja y, si no, al tiempo.
Sé que quizás esta vez sea verdad, pero lo hemos oído en tantas ocasiones aplicado a parques, regatas, premios de automovilismo o aeropuertos que una, de natural escéptica y con la crisis, recalcitrante, ya no se cree nada. Sospecho que empezaré a dar mi brazo a torcer cuando vayamos por el turista 50 millones. Ese día, acompañaré si hace falta a Alberto Fabra al pie de la escalerilla del avión, como en una escena del No-Do, a recibir con flores, tuna y falleras a nuestro visitante de cifra redonda. Hasta soy capaz de inscribirme en el PP para purgar mi incredulidad. Tan convencida estoy de que el fenómeno se producirá que ya me he hecho la tarjeta de donante de órganos para dejar mi cuerpo a la ciencia y que estudien tamaña falta de fe.
Mientras tanto, preferiría que Sagunto se convirtiera en un parque temático de ciudad romana. No necesita escenarios de cartón piedra ni montañas artificiales al sol de Benidorm. Solo revitalizar lo que un día fue; poner en valor su castillo imponente en la costa, su teatro maltratado y su casco urbano plagado de una historia heroica y célebre con la que enseñar a millones de chavales y adultos las raíces de nuestro ser.
Imagino que eso no interesa a los chinos y que a los de aquí, por mucho que les guste, no les viene bien sacar la guita. Otro discurso que también nos sabemos ya.