Imaginen la escena. Se está quemando una casa y sus habitantes, en lugar de intentar apagar el fuego, se ponen a discutir sobre si la casa debería tener un piso o dos.
Ya sé que la decisión entre Monarquía o República no es elegir entre piso o dúplex pero sí afirmo que ver a los diputados de Les Corts dedicar tiempo a esa cuestión en estos momentos es indignante.
No niego la necesidad de revisar un asunto cuya decisión fue tomada hace décadas y no forma aislada sino en el conjunto del apoyo al texto constitucional. Tampoco que parece razonable analizar qué aporta hoy la Monarquía a la estabilidad de España evitando el apasionamiento, la utilización partidista y la demagogia barata. Creo que podríamos encontrarnos sorpresas y un apoyo mayor que el que reflejan determinados estados de opinión políticamente correctos. No hay más que ver algunas reacciones ante los Príncipes o la Reina en las últimas semanas, repartiéndose a medias los aplausos y los abucheos en espacios públicos.
De cualquier forma, no es un debate imposible ni falto de interés. La cuestión que yo planteo es si resulta pertinente, oportuno y adecuado con la que nos está cayendo. Dudo que a los autónomos, ahogados por los impuestos; a los universitarios, desalentados ante el futuro; a los parados de larga duración, sin luz al final del túnel o a los dependientes, olvidados de la mano de todos, les importe ahora si el Palacio de la Zarzuela se queda vacío o no.
Como mucho, les consolará saber que no hay un trato diferenciado hacia una familia en relación a todas las demás, pero eso no resuelve su situación. Por mucho que nos parezca que el dinero que gasta Letizia en el colegio de sus hijas podría emplearse en otra cosa.
Esa discusión bien puede esperar. Y sobre todo si los diputados van a dedicarse a discusiones inútiles (recuerdo que sus horas de trabajo nos cuestan dinero) su presupuesto bien podría servir para pagar a las farmacias, más profesores o mejores centros de salud. Yo propongo, pues, un referéndum sobre la necesidad de seguir financiando a un centenar de diletantes.