Cada época tiene su villano y sobre él se concitan todas las iras y se descarga la frustración. En tiempos del PP fue Aznar, que ha llegado a encarnar la perfidia más terrible para la izquierda española. Después, llegó Zapatero y se convirtió en una personalidad demoníaca para algunos votantes populares.
Lo curioso del momento presente es que Rajoy ha tenido la habilidad de driblar esa condición. Es verdad que se le considera responsable de buena parte de nuestro triste ser, deudores eternos y recortados insalvables, pero cuando se le nombra se hace sin el acento duro con el que se despreciaba a Aznar. Rajoy es el jefe pero no es el malo malísimo.
El presidente ha demostrado mucha más inteligencia que su antecesor y menos soberbia –mucho menos- que la de su valedor. Por eso ha sabido desviar el tiro y conseguir que los malos de la película sean Montoro o Wert.
La prueba la hemos visto en el famoso desplante al ministro de Educación por parte de algunos estudiantes o la pitada de ayer en el Teatro Real mientras comenzaba el homenaje a Teresa Berganza. Espero que Wert lo lleve bien –parece tener buen talante para asumir las bofetadas- porque ya se constituido en el pimpampum de la política española, el Dr. No de la España contemporánea.
Poco importa ya que lo haga bien o mal, que sus propuestas tengan sensatez o que intente llegar a acuerdos, José Ignacio Wert ya se ha forjado la imagen del Mal. Gracias a eso, sirve de parapeto a Rajoy aunque todos sepamos cómo acaban estas cosas: cuando llegue la primera crisis de gobierno, o la segunda, Rajoy lo apartará. De momento, su quema en la pira pública le sirve para no chamuscarse él.
Lo más curioso es que ese papel suele asumirlo el vicepresidente, como en su día hicieran Felipe González y Alfonso Guerra. Guerra, de natural vehemente, paraba los golpes destinados al presidente. Aquí, tal vez, la más habilidosa ha sido Soraya al conseguir que tampoco le lleguen a ella los improperios y maldiciones.
Supongo que Wert está entrenado y hecho el ánimo. Su carrera política tiene fecha de caducidad.