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María José Pou

iPou 3.0

La siesta

¡Pobre Max A. Höfer! Yo lo siento muchísimo por él. Ni sabe lo que es la siesta ni creo que la pruebe nunca. Ni eso ni una sobremesa relajada o un aperitivo sin prisas. O sea, que se va a perder la mitad de las cosas buenas de la vida.

Es lo que tiene ser alemán, tener una imagen estereotipada de lo español y no tener la más mínima intención de documentarse. Es el lumbreras que escribió ayer en la revista alemana Der Spiegel que España había suprimido la siesta por mandato de la troika.

Eso. Ríase. De él. De la troika. De la Merkel y de la valkiria que las parió a ambas.

El artículo de Höfer puso sobre la mesa lo que piensan los alemanes de nosotros. Somos unos vagos y bla bla bla, excepto cuando ellos vienen aquí a tomarse más cervezas de la cuenta y “dormirla” en la playa adquiriendo ese color gambón a la plancha tan característico de la Selva Negra.

Eso no es siesta, querido, eso es cogorza que no sé cómo se dice en alemán ni pretendo averiguarlo. Eso lo hacen los ociosos que gandulean por aquí vengan del otro lado del Rin o de la orilla sur del Guadalquivir. De hecho, no tiene nada que ver con la siesta reparadora, recomendada por especialistas, precisamente para rendir más y mejor el resto del día.

Nuestra jornada no termina en la siesta pero tampoco en el sándwich ridículo que media Europa toma para comer rápida e insalubremente y poder seguir la jornada para acabar a las cinco. Nosotros comemos, descansamos un poco y continuamos después hasta las 8. Nuestro problema es el desaprovechamiento del tiempo laboral, no la siesta que lo divide en dos.

Y por cierto, querido, la troika no tiene redaños para suprimir la siesta en España. No porque vayamos a montarle una zapatiesta como la turca por un quítame allá ese parque. Nosotros no la liaríamos. Simplemente le regalaríamos a Draghi un orinal con manual de instrucciones… para la siesta. La de verdad. La que no nos hace vagos sino sensatos y humanos. Las cualidades que buscáis en la jubilación. Esas que nosotros ya cultivamos desde antes. No solo en la vejez, como vosotros. Saber vivir, dicen que se llama.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.