En cualquier otro momento hubiera pensado que exageran o que solo nos quejamos cuando nos toca. Sin embargo, en esta ocasión, cuando leí que los vecinos y comerciantes del entorno de la estación Joaquín Sorolla se quejaban de la grúa, me descubrí asintiendo con la cabeza mientras avanzaba en el texto.
No me ha ocurrido personalmente y por tanto no hablo con el bolsillo escocido, pero sí tuve ocasión de comprobar algo similar el pasado lunes. No fue en la estación sino alrededor del mercado de Russafa.
Los lunes hay mercadillo en Russafa. Con la instalación de los puestos, los comerciantes tienen serios problemas para la carga y descarga porque ese espacio se reserva al mercadillo. Eso hace que tengan que convivir las furgonetas del reparto habitual y las de los puestos ambulantes.
Normalmente no hay problemas. Unos y otros se reparten por turnos los escasos espacios; algunos llegan más temprano que de costumbre y todos, incluidos los peatones, soportamos con resignación que algunos paren donde puedan para poder descargar.
Por eso me sorprendió tanto ver a la grúa y varios municipales poniendo multas (no vi llevarse a ninguno) a las 8 de la mañana. No lo había visto nunca. No he vuelto a verlo el resto de la semana pero sí vi cuatro patrullas en la plaza de España al día siguiente. Los martes hay allí mercadillo. También me extrañó. “¿Son necesarios cuatro coches de policía?”, pensé. No sé si era para lo mismo. Solo digo que me llamó la atención.
Lo que sí me preocuparía es que las autoridades convirtieran a los policías locales en recaudadores de impuestos. Quizás sea muy eficaz para sus fines y tal vez incluso para obligarnos a todos a cumplir las normas a rajatabla pero, en exceso, solo contribuirán a ofrecer una imagen pésima de un cuerpo de seguridad en contacto con la vida cotidiana de los ciudadanos, esto es, más expuesto a la crítica que otros.
La pauta debe seguir siendo erradicar el abuso y corregir el mal hábito, ahora bien, si éste existe, el problema no es la multa, es la mala costumbre de aparcar mal, invadir y entorpecer a los demás.