Hacía tiempo que me rondaba la idea de instalar placas solares en casa. Tengo una terracita donde pega el sol casi todo el día y me parecía estupendo poder generar mi propia electricidad, evitarme ese gasto y además aprovechar una energía nada contaminante. El problema es que no encontraba suficiente información para hacerlo porque siempre que buscaba datos, lo que me llegaba eran las ventajas para negocios o empresas y apenas, para particulares.
Quizás por eso nunca me decidí a dar el paso, a pesar de que, aun siendo una casa antigua –o tal vez por eso-, tenía todo a favor para ser ecosostenible. Está bien orientada para refrescar en verano y mantener el calor en invierno; tiene buena ventilación; ventanas que cierran para evitar pérdidas; recibe sol todo el día y tiene deslunados interiores que ofrecen frescor sin una pizca de aire acondicionado. O sea, tiene lo que el certificado energético, que obliga Europa a implantar, podría pedir.
Sin embargo, mientras nos exigen esos certificados para vender o alquilar, el gobierno penaliza a los particulares que queramos tener placas solares en casa, con un nuevo Real Decreto pensado más para sostener a las grandes eléctricas que para potenciar las energías renovables.
Un país como España debería tener ese sistema casi por defecto y en realidad es lo que se pretendía con la exigencia en los nuevos edificios. Sin embargo los cambios en la legislación perjudican a un sector incipiente, innovador y de futuro.
Así lo ha denunciado Femeval que habla, con toda razón, de inseguridad jurídica. La hay cada vez que un gobierno tira por tierra lo decidido por el anterior ya sea en chiringuitos, zonas de fumadores, energías renovables o incentivos para coches eléctricos. El consumidor se encuentra, así, ante el temor constante de que su inversión de hoy sea su deuda imposible de mañana. La consecuencia no es otra que la parálisis. Si la innovación nos va a traer perjuicios futuros, quedémonos en el Pleistoceno que a la larga nos sale a cuenta. A este paso, lo más rentable será volver al uso del fuego y las hachas de Atapuerca.